Cuantas veces hemos hablado de lo que puede llegar a pasar cuando una camiseta de Peñarol esta dentro de una cancha, cuantas veces los peñarolenses hemos dicho que hasta el ultimo segundo de un encuentro somos capaces de revertir un resultado adverso. Todo eso esta sencillamente respaldado por una historia cargada de hazañas. Aquel 1987 es y será por siempre muestra clara e irrebatible de que solo Peñarol es capaz de ser Campeón de America con el plantel mas joven en la historia de la copa, no superando en su mayoría los 20 años. Aquel Peñarol del 87 nos regalo lo que para cualquier equipo en el mundo ya hubiera estado perdido, en el ultimo segundo del tercer partido cuando ya festejaban los colombianos, una camiseta numero 9, una pierna zurda y una boca llena de gol hizo paralizar los corazones aurinegros, a tal punto de hacernos llorar de emoción. Una vez más en Chile, una vez más Peñarol Campeón de America, una vez mas la palabra hazaña recorrería el mundo enlazada con el nombre de Peñarol.
Bajo la presidencia del Cr. José Pedro Damiani, con la dirección técnica del Maestro Oscar Tabarez que tomaba aquel desafío junto a los botijas, comenzaron la primera etapa de la copa frente al otro equipo uruguayo, Progreso y a dos equipos peruanos. El Peñarol en el que pocos creían, el de los caras sucias formados en las divisiones juveniles estaba ya en semifinales del torneo habiendo dejado atrás en los partidos de ida y vuelta a los integrantes de la fase preliminar.
Y se venia Independiente, el de Bochini, el de los campeones mundiales, el que jamás había sido vencido en su casa en 27 años de disputa de la Copa Libertadores, y se venia River Plate argentino, dos equipazos frente a nuestro Peñarol.
Clase, fibra, temperamento y rebeldía tenían aquellos gurises que fueron capaces de golear e Independiente en el Centenario 3 a 0 y de viajar a la “Caldera de los Diablos” como se denominara a la cancha de los rojos de Avellaneda con un solo objetivo, ganar.
4 a 2 fue el resultado final, pero cuando la historia hable de aquel partido por encima del resultado dirá siempre que fue una de las demostraciones de futbol mas espectaculares que equipo alguno pueda desarrollar; acompañada por la condición mas importante que un equipo de Peñarol deba tener para ser campeón; entrega, amor a la camiseta y no sentirse nunca vencido porque hay una historia que te respalda.
Y si, había una historia que respaldaba a aquel Peñarol que llego a las finales y después de ganar en casa y perder en Colombia definiría con el experimentado equipo de America de Cali en un tercer partido, nada más y nada menos que en Santiago de Chile tierra de gloria para Peñarol.
Con el empate America era campeón, 120 minutos de futbol y el gol que no llegaba. Los colombianos que ya tenían la seguridad de que eran campeones, festejaban como tales, no se daban cuenta que dos de ellas en esa misma cancha, estaba el león que no se da por vencido aun vencido.
Fue, y es hasta difícil contarlo, un pase al “Diego gol” en el ultimo segundo del segundo alargue, esa mágica camiseta numero 9, el zurdazo y la locura final. Los botijas eran Campeones de America; aquel plantel joven en su gran mayoría formados en Peñarol, que demostraron en cada instancia ser hombres con todo lo que esta palabra implica cuando se trata de defender esta camiseta, hasta generaciones y apellidos que repetían en la historia como Goncalvez y Matosas. Parecía imposible, solo el Peñarol de los milagros podía lograrlo.
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