Historias clásicas.

El primero clásico fue nuestro.
El primer clásico fue el 15 de julio de 1900, en el Parque Central, pero en la cancha del Internacional, no en la de los alemanes del Deutchster FK (dueño en aquel momento del parque central), que fue inaugurada por Peñarol en mayo de ese año. El primer clásico de la historia, culminó con victoria aurinegra por 2 a 0 con goles de Aniceto Camacho.

Goleada histórica.
El mayor tanteador histórico de toda la historia se produjo el primero de noviembre de 1911, en el Parque Central, y ganáramos por 7 a 3. Aquel equipo formó con Solans, Ronzini, Pintos, Camacho, Harley, Manito, Betucci, Quaglia, Piendibene, Canavessi y Ángel Romano. Dos goles de Canavessi, dos de Quaglia, dos del maestro Piendibene y el restante del loco Romano, para pasar a la historia. El mayor tanteador clásico, también favorece a los aurinegros. Y siete goles solamente se convirtieron una vez.

El Primero transmitido por radio.
El primer partido clásico transmitido por radio fue disputado el 8 de Noviembre de 1925 también en el Parque Central,y una vez mas gano el manya por 1 a 0, con gol convertido por Ruotta a los 25 minutos del primer tiempo mediante tiro penal.
El Centenario también fue aurinegro
Peñarol ganó en el debut de los clásicos en el Estadio Centenario. Jugado el 28 de Setiembre de 1930. Era la fecha aniversario del Club y era el año del centenario de la jura de la Constitución. La historia una vez más aguardaba para marcar en sus hitos y estadí­sticas, el primer resultado. Y fue Peñarol 1 Nacional 0. El partido correspondió a la Copa Uruguaya de 1929 y Peñarol formó con Capuccini, Jaurreche, Silva, Riolfo, Lorenzo Fernandez, Arremon, Paola, Anselmo, Scco y Gringa. El gol lo anotó Antonio Sacco (padre) con un tiro alto que dejó sin asunto a Mazali.

El gol de la valija.
El 27 de Mayo de 1934 se disputo el primer clásico con el túnel en el Centenario y final del Uruguayo del 33, a los 63 minutos el brasileño Bahí­a, jugador de Peñarol, levanto un centro contra el arco de Naciomal, la pelota atravesó toda el área, salió, pegó en la valija del masajista tricolor, volvió a la cancha y mientras la mayorí­a de los jugadores esperaban que el arbitro cobrara saque de arco, Anselmo le grito a Braulio Castro "Metela pibe", allí­ el juez Rodrí­guez valida el gol y se arma un buen lí­o. El resto de la historia es confusa, por que se sigue el partidoy se termina suspendiendo por falta de luz.

El Histórico clásico de la fuga.
La maquina aurinegra del periodo post-huelga era asombrosa con una delantera excepcional, Ghiggia, Hohberg, Miguez, Schiaffino, y Vidal que después de un mes volví­an a jugar los cinco juntos.-
La hinchada de Peñarol, como siempre fiel seguidora, estaba enloquecida con esa delantera y sólo esperaba el clásico. El primero se jugó por el torneo Competencia, una rueda de preparación que se hací­a en aquel momento todos contra todos, para ir formando los equipos y contratos. Ganó Peñarol 3 a 1 eL 24 de julio con goles de Miguez, Hohberg y Vidal pero lo importante era la Copa Uruguaya.
El 9 de Octubre de 1949, tarde lluviosa y nublada Peñarol ganó el preeliminarpor 3 a 1 con dos goles de Nicolás Falero y Hugo Villamide, que con dicha presencia en la preliminar confirmaba la presencia de Vidal en el encuentro de fondo.-
El árbitro fue Horacio Bochetti y las tribunas del estadio presentaban el color predominante amarillos y negro de siempre. Empieza el partido y con él la cuenta regresiva hacia el primer gol y luego el aluvión de goles que eran más que predecibles, pero esto no ocurrió hasta pasada la primera mitad del primer tiempo.
Hohberg pasó la pelota a Ghiggia el ñato que amaga y dispara como una ardilla por la puntase va del 'huevo' Cruzcuando le sale el 'cato' Tejera, combina de nuevo con Hohberg al mismo tiempo Miguez busca colocación por el centro mientras el 'pepe' Schiaffino y el 'patrullero' Vidal también se meten Aquello era incontrolable, sale Santamarí­a al cruce de la otra punta pues la pelota vuela para Ghiggia sin marca el Ñato no le da tiempo y cuando los dos hermanos Pini llegan a la jugada, saca un balinazo cruzado que vence irremediablemente al golero gallina Aní­bal Paz.- GOOOOOOOLL explota el 75 % del estadio Centenario cuando iban 38 minutos.
Habí­a tardado demasiado ese primer gol y ahí­ fue donde la gallina se entró a cagar, trascartón hubo otra disparada por la punta de del mismo Ghiggia y se volvieron a salvar de milagro. Y ya a los 41 minutos del primer tiempo los ataques de pánico se hicieron realidad cuando el arbitroBochetti cobro un claro penal que nadie protesto. el encargado de pegarle fue el 'cotorra' Miguez que le metió un zapatazo fuerte a media altura, cambiándola de palo pero que Aní­bal Paz adivinó y lego a atajar pero en el rebote llego Vidal y la mando a guardar GOOOOLL de Peñarol y nos ponemos dos a cero y ahí­ la gallina querí­a que se la tragara la tierra, no tanto por el resultado parcial sino por el baile que se estaba comiendo y que le llevaba a pensar que en el segundo no les iba a quedar ninguna pluma pegada a la piel.-
Así­ terminó el primer tiempo, dos a cero y la asquerosa gallina con 9 jugadores, uno de ellos Walter Gómez salio expulsado tras agredir al arbitro (cultura naciomal).-
Luego tras los 15 de descanso, Salen los jueces y nuestro querido Peñarol para disputar el segundo tiempo, pero los minutos pasaban y la vergüenza del paí­s no aparecí­a, mas de uno se asomaba por la boca del túnel a ver si los veí­a venir pero de ahí­ solamente salí­a un fuerte olor indescriptible mientras el viento hacia levantar del suelo alguna pluma como único testigo de lo que ahí­ abajo quedaba.
Ya con sólo Peñarol en la cancha hasta el tiempo cambió, la lluvia habí­a parado y empezaban a salir los primeros rayos de sol y luego de una prudencial espera que hasta hoy continúa, el juez Bochetti dio por finalizado el partido.-
Tras ese pitazo el equipo decano del futbol uruguayo dio un vuelta olí­mpica saludando al público presente y agradeciéndoles el apoyo y a la vez pidiendo disculpas a toda la parcialidad que pago por un partido de 90 minutos y tan solo, (debido a la cobardí­a de quienes en épocas modernas entregan la camiseta al enemigo), se tuvieron que conformar con solo 45 minutos de partido.-

El Clásico 100.
Fue el 20 de Abril 1975,al cumplirse el centenar exacto de partidos clásicos por la Copa Uruguaya. Faltaban tres minutos y el partido empatado 1 a 1 por goles de Daniel Quevedo, a los 60 minutos y Darío Pereyra de penal, a los 79. Pintaba para empate, porque Peñarol estaba con 10( contra 11),por la expulsión de Nitver Lady Pizzani ( aquel que arrancó un banderín de corner de un patadón cuando fue a hacer efectivo el tiro de esquina). Pero estando Morena en la cancha, todo era posible.....Sacó un lateral el bombón Mario Gonzalez y la pelota superó, al zaguero Gerolami y le quedó al NANDO, pero muy alta sobre su cuerpo y con la marca encimada de Villazán.El goleador se puso de espaldas al arco y como ultimo recurso sacó una espectacular chilena que se metió cerca del palo derecho de Bertinat, que no lo podía creer !!! Fue una obra maestra del NANDO, un broche de oro para el clásico numero 100, que como no podí­a ser de otra manera terminó con triunfo de Peñarol

El Grande entre los grandes.
El 18 de Julio de 1985 se comenzó a disputar el torneo "Copa de Oro de los Grandes" y terminó con paliza. Mano a mano, Peñarol y Naciomal.......y categórica imposición de los aurinegros, que ganaron los cuatro primeros, cayeron por penales en el quinto, para volver a ganar el sexto y coronarse como el mejor, sin tener que llegar a completar los ocho estipulados. Peñarol 5 Naciomal 1......PALIZA !!!!!!Lo malo del caso es que como los bolsos no quisieron seguir jugando hasta culminar los ocho clásicos como se habí­a pactado, los que compramos el abono cuya foto adjunto, nos clavamos y nadie nunca nos devolvió la guita que habí­amos pagado..!!! Y bueno.....es preferible terminar como en mi caso con algunos pesos menos, y no como ellos arrastrando la vergüenza de no haberse presentado, toda la vida. Esta podrí­a denominarse " La fuga del Campeonato" !!!!
"Acordamos una serie de 8 partidos, ganamos 5 seguidos ¡ Y se termino!"

Los ocho contra once...
Fue un triangular amistoso en al cual participo también el Real Betis (España).
Aquellos 90 minutos quedaron en el recuerdo de nuestra gran historia debido a que jugamos contra Naciomal con 8 jugadores faltando 15 minutos y empatando 1 a 1.
En la media hora de juego Peñarol con 8 y comienza el milagro, l arbitro expulsa, al Pepe Herrera y Chueco Perdomo, todo pintaba para una victoria tricolor, pero sin que nadie, lo intuyera se estaba escribiendo otra pagina imborrable en la historia.
8contra11. El gol histórico: Restaban 15 minutos para el final del encuentro, la pelota parecí­a quemar a los jugadores con plumas. Los jugadores aurinegros apretaban los dientes y se hací­an del balón para dejar pasar los minutos. Cuandonadie lo esperaba el milagro arranco desde el fondo Alfonso Domínguez, pasando el balón a Diego Aguirre, quien dejo que se acercaran los marcadores rivales y espero inteligentemente pique del maragato Cabrera que enfrento a Velichco rematando a su derecha para consagrar el festejado gol.
Estando 8 minutos de partido, donde cada vez mas los jugadores carboneros marcaban y presionaban más a los tibios jugadores tricolores, el juez DanielCardellino pita el final del partido y allí­ se escribe una nueva pagina en la historia del Club

El Clásico sin golero.
El 27 de octubre de 1991 Peñarol derrotaba a Nacional 1 a 0, cuando Fernando Alvez recibió tarjeta roja. No quedando ya cambios, fue necesario improvisar un arquero.
Peñarol alineó a Fernando Alvez, Alfonso Domí­nguez, Jorge Goncalves, Sergio Panzardo (62' Ricardo Viera), Paolo Montero, Carlos Sánchez, Diego Dorta, Andrés Martí­nez, Gabriel cedros, Sergio Martí­nez (55' Adrián Paz), Paulinho.
Los aurinegros se imponían con gol convertido a los 5 minutos del segundo tiempo por Sergio Martínez. A once minutos del final, una incursión del delantero Dely Valdez obligó a Fernando Alvez a cometer una falta al borde del área, valiéndole la expulsión.
"Dame el buzo y los guantes que voy al arco", le dijo Jorge Goncalves al golero. "Yo venía de una gripe y encima el pasto estaba muy alto. Por eso me sentí­a muy cansado y pensé que lo mejor era ir al arco", recuerda el zaguero.
"Había que aguantar unos quince minutos, sumando el tiempo que restaba más los descuentos. Primero hubo un tiro libre al borde del área nuestra. Ellos tení­an gente que pateaba muy bien. Pero esta vez el ejecutante, Cardaccio, estrelló el remate en la barrera".
Los sucesivos ataques de Nacional promovieron varias contenciones del zaguero convertido enarquero. El equipo supo defender la ventaja. "Recién después de terminado el partido me dí­ cuenta de lo que habí­a hecho. Normalmente los que están en el centro de los elogios son quienes hacen los goles y no tanto los defensas", dice Goncalves, quien no olvida las felicitaciones que recibió una vez culminadoel juego. "Recuerdo a la gente agolpada a la salida, vivándonos. Después nos fuimos a Los Aromos, satisfechos por la obtención de un nuevo triunfo clásico".
No fue un triunfo más. El del 27 de octubre de 1991 siempre será recordado como "el clásico sin arquero", o el clásico en el cual el equipo carbonero supo defender el 1 a 0 jugando con un arquero improvisado. Un guardameta que, con personalidad y mucha vergüenza deportiva al mejor estilo peñarolense-, fue capaz de realizar más de una atajada memorable, conservando el cero en el arco de Peñarol.

Semifinal del 97.
Peñarol ganó de atrás. Perdí­a 2 a 0 y cuando todo parecí­a de Nacional, el conjunto aurinegro terminó venciendo 3 a 2 y alcanzó las finales del Uruguayo.
Pitó Bello por última vez y tras el primer éxtasis de gozo y alivio que invadió a más de la mitad de la concurrencia aún presente en el Centenario, se produjo como un extraño silencio, como una singular calma. No era para menos. Fue como si las dos hinchadas, ante puestas en sus pasiones toda la noche a despecho del loco vaivén con que fueron llegando los goles como hací­a ya un par de semanas, quedaran unidas en una sola actitud de cuerpos desinflados, aplastados: los de Nacional, como es lógico, no podí­an pronunciar palabra; les pesaba el alma. Y los de Peñarol, amén del inacabable sufrimiento de los minutos finales, no podían creer lo que habí­an visto, y hasta ni siquiera se podí­an convencer de lo que estaban viviendo, de lo que estaban gozando.
No era para menos. Ya estaba muy lejos en el recuerdo aquel comienzo de Peñarol a todo trapo. Avasallante. Dominante. Con Serafí­n Garcí­a y Adinolfi subiendo por los dos laterales como máquinas y con Bengoechea, Pacheco y Aguilera dirigiendo un ataque que llegaba preferentemente por el costado de la retaguardia tricolor que defendí­a Oscar Suárez y estuvo a punto de conseguir el gol de la apertura en varias oportunidades.
Ahora, al final, ya casi nadie se acordaba que Nacional casi no pasaba la mitad de la cancha. Que le costaba pararse porque Barilko en el medio no ganaba a cara descubierta como en otras ocasiones y porque adelante Rodrí­guez no pesaba y Sosa esta vez, a diferencia del clásico anterior, no mostraba la misma precisión de manejo que un par de semanas antes, en la mayorí­a de las jugadas era anticipado y, para peor, hasta no conseguí­a rematar bien al arco. Ni siquiera figuraba en la memoria de nadie aquella pelota que, tras un cabezazo de De Souza, sacó Suárez "in extremis" de la raya.
Tampoco, hay que convenir, era para rememorar siquiera, todo lo que hizo Nacional para no volver a morir como una ví­ctima de los centros del adversario, en la medida que Escames salió bien y prestamente de su arco cuando la pelota llegó por el aire hasta su área y que hasta la retaguardia expuso una atención que le permitió sacarse de encima con resultado positivo lo que en los dí­as previos habí­a sobrellevado como una obsesiva y pesada carga.
Si acaso, lo que sí­ se podí­a entrar a refrescar era la forma cómo Nacional, promediando la primera etapa, empezó a emparejar el trámite e incluso a enviar mensajes de su nueva predisposición atacante, que de la mano de Zalazar hasta le permitió armar incidencias como una en la que Adinolfi le cometió un claro penal a Barilko que no fue sancionado por el árbitro.
Eso ya era memorable. Porque, al fin de cuentas, formó parte de lo que pasó después; luego que Kanapkis metió un cabezazo que Serafí­n Garcí­a también sacó de la raya y que Sosa pusiera a Nacional en ventaja con un tiro libre bajo que pasó entre la abierta barrera aurinegra poco antes del final de la primera parte. Como formó parte, también, lo que ocurrió con el inicio de la segunda etapa, cuando al minuto nomás, Zalazar cazó un centro que Tony Gómez metió desde la derecha, y sin dejar caer la pelota, de soprepique, pareció asegurar la victoria con un zapatazo infernal que clavó la pelota en un ángulo.
Con Romero en una pierna, casi perdido en la cancha, ofuscado porque Bello casi nunca impedí­a que las barreras tricolores se adelantaran cada vez que un futbolista aurinegro iba a ejecutar una falta pretendiendo poner el balón por arriba en el área contraria, Peñarol dio la sensación de estar a merced de una goleada, como pudo suponerse cuando Barilko entró solo y Flores le tapó el tercer tanto. Pero todaví­a faltaba lo que ahora, al final, uní­a por un instante en el silencio a las dos hinchadas. El ingreso de Zalayeta por Serafí­n Garcí­a cuando Gregorio Pérez empezó a quemar las naves, el cambio que hace Fleitas sacando a Barilko (el volante dijo que le comentó al técnico que el juez lo habí­a amenazado con echarlo) y poniendo a Coelho supuestamente para buscar asegurar el partido de contraataque --tal como hizo al sustituir a Tito por Carrasco en el otro clásico y los goles de Peñarol que empezaron a surgir como de nada: el de Zalayeta al rozar una pelota metida por Aguilera al área contraria, el de Romero tras un pase de Zalayeta y una jugada armada por Pacheco y Bengoechea por abajo y ese tercero de De Lima, gracias a flor de pase largo metido por el riverense desde su propio campo, que a esta altura ya tiene el valor de un milagro.




Una vez más a Lo Peñarol.
El 19 de Octubre naciomal era locatario y decidió que las entradas a la tribuna Ámsterdam, donde iba la hinchada de Peñarol, fueran 20 pesos más caras que la de la Colombes, donde iba su parcialidad. Además agrego un elemento desafiante: diseño las entradas con el retrato de Atilio García, en una suerte de apelación mágica al fantasma del goleador. Los hinchas de Peñarol les pedían a los boleteros que les entregaran la entrada boca abajo, o dobladas hacia adentro.
Para hacer más duro el desafío, dos ex jugadores de Peñarol, muy queridos en su momento por la hinchada, saldrían a la cancha con la camiseta de la gallina, Danilo Baltierra y José Luis Salazar.
El clásico comenzó con un nacional exuberante, que a los 21 minutos se puso en ventaja con gol precisamente de Baltierra, que, tal como lo había prometido, grito el gol, hincado y con rabia. Cuatro minutos después empato Bengoechea. Pero a los 32 y 35 minutos, dos nuevos goles de la gallina, pusieron el 3 a 1 en el placar de la Colombes.
Si el quinquenio era un sueño, esa era la pesadilla que lo sepultaba definitivamente: naciomal dominaba ampliamente el juego, ya había hecho tres goles y parecía a punto de anotar más. En los últimos minutos de ese primer tiempo, sus delanteros se perdieron otros dos, prácticamente solos. La goleada parecía el desenlace inevitable y el humillante adiós al quinquenio.
Sin embargo, en el último instante del primer tiempo, Aguilera ejecuto un corner, Romero entro con todo y de cabeza achico la diferencia.
Para un espectador neutral, a la vista del proceso del partido, ese gol no modificaría demasiado las cosas. Pero su efecto psicológico fue tremendo.
En las tribunas la ilusión cambio de bando y el entretiempo se vivió de otra manera. Los hinchas de naciomal habían perdido su euforia y los de Peñarol Vivian la espera con contenida excitación.
En el vestuario, Gregorio hizo su parte. Parado en medio de los jugadores, hablando bien fuerte, con su vozarrón enérgico que contagia optimismo, les exigió que hicieran el sacrificio final para quedar en la historia de Peñarol. No se podía recibir otro gol ni sufrir una expulsión.
Gregorio sabía que el 70% de los goles que llevaban conquistados en su ciclo habían nacido en córners o tiros libres.
El trámite del partido se emparejo y, en el primer tiro libre que Peñarol dispuso a su favor, Bengoechea mando el centro al área y Tito Goncalves empato 3 a 3. La hinchada de Peñarol empezó a seguir el partido de pie en las tribunas, presintiendo la hazaña. A los 31 minutos se produjo otra jugada de pelota quieta, otra vez ejecuto Pablo, otra vez los jugadores de Peñarol saltando mas, queriendo mas, buscando otro cabezazo. Juan Carlos de Lima cabeceo y Peñarol gano 4 a 3 un clásico increíble, en el que había dado dos goles de ventaja.
RubénSosa reconoció al día siguiente en una radio “Peñarol nos apabullo, tenia mas fuerzas que nosotros”. Días mas tarde seria aun mas explicito:
“Los futbolistas de Peñarol, cuando ingresan a jugar los clásicos, tienen algo mas que los de nacional”.

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