Si bien, días atrás se cumplió un nuevo aniversario de aquella final Intercontinental en la que Peñarol le ganó a Real Madrid por 2 a 0 en el propio estadio Santiago Bernabéu,para Néstor "Tito" Goncalvez, el capitán de aquel inolvidable equipo de 1966, pasó un poco inadvertido..
"Será porque entre tantos festejos por los 120 años....", dijo "Tito" en Las Acacias donde sigue trabajando.
A un conocido medio de prensa explicó el motivo de porque se resiste a jubilarse, "Creo que los jubilados molestan. Si tienen salud, ¿qué hacen?" fueron palabras del eterno capitán.."Además, esta es mi casa, me gusta venir todos los días. Hace 54 años que me levanto pensando en Peñarol. Mis amigos son todos de Peñarol.Hasta mis hijos son gracias a Peñarol. Es mi casa, mi sentimiento. No hay un día en que me despierte sin Peñarol",tratando de explicar lo que el Decano es en su vidaLleva 54 años en el club, y 22 en Las Acacias. "Tengo una parte importante de los 120 años, ¿no?",preguntó sonriendo."Acá en Las Acacias discuto, carcajeo, rezongo un poco. A veces con los muchachitos, porque están difíciles", agregó.
Luego recordó momentos de aquella histórica final:"En aquella final con Real Madrid, yo ya llevaba unos cuantos años en Peñarol. Era mi décima temporada y tenía bastante experiencia.Había pasado por una cantidad de situaciones. Empecé a disfrutarla ya en el desayuno, cuando vi la seguridad, la firmeza de los compañeros. A mí me gustaba mucho la psicología. Estudiar el porqué de las cosas. Y vi que todo estaba bien. Y luego en el vestuario había alegría y se hablaba fuerte. Nadie se escondía".
"Ver aquel estadio que nos subestimaba. Que se creía superior. Si no estabas bien no era fácil el Chamartín.Si no tenías dos respaldos como el “profe” Langlade y Máspoli, era bravo. Eran como dos padres que se mostraban firmes ante los botijas.El susto y el miedo existen, pero hay que saber disimularlo y esos dos hombres eran sensacionales".
Goncalvez en la entrevista reconoció que el entorno los impresionó cuando salieron a la cancha, pero que se hablaron entre ellos diciéndose que podían ganar."El rico nunca sintió hambre ni frío. Nosotros sí, vamos a correr para sacarnos el frío y a ganar para comprar buen alimento, nos dijimos. Parecíamos locos.Pero siempre tiene que haber un audaz, un atrevido".
Después de la victoria aurinegra, 50.000 almas molestas y enojadas se les vinieron arriba. "Estaban con mucha bronca.Les costaba aceptar que un cuadro sudamericano les hubiese ganado y con tanta claridad. Cuando dimos la vuelta olímpica había entrado mucha gente a la cancha y nos daban patadas. Estaban muy doloridos. Para ellos era difícil que un pobre sudaca les hubiera arrebatado lo que creían suyo", reflexionó.
Esa victoria fue una de las felicidades más grandes de mi vida.Sentir que uno cumplió y que alimentó el espíritu de la gente que estaba acá, esperando el resultado. Eso lo más grande", admitió.
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