Todos hemos pasado horas de nuestras vidas donde no estamos haciendo algo que nos agrada. De todas formas vale la pena el esfuerzo, porque haciendo esa actividad es que se abre la chance de disfrutar de salidas o momentos agradables y que nos alegran el espíritu.
Como creo que todos, siempre que pude busqué una motivación en esas horas que no son mías: pensar en lindos momentos, recuerdos con la gente querida y en muchas oportunidades pensar en Peñarol.
Es algo de toda la vida, que viene en mí desde la época escolar.
Como creo que todos, siempre que pude busqué una motivación en esas horas que no son mías: pensar en lindos momentos, recuerdos con la gente querida y en muchas oportunidades pensar en Peñarol.
Es algo de toda la vida, que viene en mí desde la época escolar.
Tengo recuerdos de dibujar escudos y banderas de Peñarol en mis cuadernos, de recortar fotos de diarios con festejos de jugadores del manya para mirarlas cada tanto cuando podía sacarlas sin que la maestra me viera y de mirar por la ventana que tenía al lado, simplemente soñando que Peñarol ganaba.
Cuando miraba hacia afuera me imagino que mis ojos brillaban porque la emoción que sentía era enorme. Veía pasto, casas y una calle sin asfaltar, pero juro que las imágenes en mi cabeza se tornaban tan reales que sentía el calor de la tribuna, ese sentimiento especial de paz de saber que estaba en el lugar donde me sentía bien y veía a los jugadores en la cancha buscando escribir una nueva historia de triunfos, aislándome de todo lo que me rodeaba.
Soñaba con un gol de Peñarol, con una vuelta olímpica, con estar en la cancha y con escuchar, juntas, las dos palabras más hermosas que hasta ahora oí en mi vida: Peñarol Campeón.
Después de ese idilio fantasioso, crítica mediante de la autoridad, caía en cuenta de que nada era real, de que seguía estando en la clase. Pero esa sonrisa mágica que nadie entendía permanecía por unos segundos. Nada era cierto, pero yo estaba feliz igual, porque "mi" Peñarol había ganado.
Luego los años me fueron transformando como a todos, y de la inocencia y pureza propias de la niñez, pasé a actividades más serias que me hicieron perder un poco la posibilidad de fantasear de la misma manera.
Siempre que puedo, cuando estoy trabajando miro por la ventana y me acuerdo de mis fantasías de niño.
Pero no me quedo solo en recordarlas, vuelven a aparecer solas como que el carbonero fuera un imán que permanece intacto al paso de los años.
Esas fantasías las vivo una y otra vez y sueño con vernos ganar y abrazarme con los amigos que hice en la tribuna con los años.
Me di cuenta que Peñarol me acompañó toda la vida y lo seguirá haciendo. También ví que es mi "canal de salida" de la crueldad del mundo y que me motiva a seguir adelante. Una de las cosas por las que vale la pena el esfuerzo rutinario (como se que a muchos les pasa también) es porque sueño con volver a la cancha a ver a mi amado carbonero y anhelo abrazos de gol y festejos interminables con la gente que se que siente lo mismo que yo.
Por suerte somos muchos los que seguimos adelante en la vida motivados gracias al sueño de ver a Peñarol, que es algo que varios podrían catalogar como "burdo" o "poco ambicioso" pero es mi sueño, mi fantasía, mi alegría y mi motivación para seguir adelante en todo momento.
Porque más que una pasión, Peñarol es una forma de vivir y sentir.
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